El actual caos bancario y el contagio podría decirse que comenzó el 8 de marzo pasado cuando el banco Silvergate, favorable a las criptomonedas, mostró signos de problemas que terminaron en el anuncio de su cierre de operaciones. Apenas dos días después, el Nasdaq detuvo la cotización del Silicon Valley Bank, la entidad número 18 en el ranking bancario de Estados Unidos, con $209 mil millones en activos, y depósitos totales de aproximadamente $175 mil millones.
El día anterior a que el Nasdaq detenga su cotización, el SVB había sufrido una corrida bancaria de 42.000 millones de dólares. En cuestión de horas, los reguladores habían cerrado SVB, lo que provocó que las acciones bancarias y tecnológicas sufrieran un dramático golpe ante el temor de que otros bancos regionales estuvieran en problemas. Múltiples startups de criptomonedas y tecnología  anunciaron públicamente si tenían dinero en SVB. Luego, el domingo, los reguladores financieros del estado de Nueva York cerraron abruptamente Signature Bank, citando el riesgo del sistema.

Finalmente, el anuncio del domingo por la noche de la ayuda de la Reserva Federal, el Tesoro y la FDIC parece haber frenado la hemorragia, al menos por ahora, y llevó tranquilidad a quienes contaban con cuentas en dichas entidades. Los bancos quebrados fueron intervenidos y su titularidad pasó a manos del Estado. Según el Departamento del Tesoro, “sin que esto represente un costo para los contribuyentes norteamericanos”.
Luego de la crisis de 2008, Estados Unidos tomó medidas para proteger su sistema financiero y bancario de este tipo de amenazas. El protocolo que se activó con las caídas de estos bancos forma parte de estas medidas tendientes a proteger el dinero de los depositantes, y a su vez, que el efecto contagio pueda ser contenido y no se traslade a la quiebra de otros bancos. En concreto, quienes contaban con hasta 250 mil dólares en cuentas de ahorro o cuentas corrientes en las entidades quebradas, gracias al Seguro de la FDIC que deben poseer las instituciones bancarias en USA, pueden ya retirar su dinero si lo desean, mientras que aquellos que contaban con depósitos superiores a ese monto pasan a contar con acciones del banco que se irán repartiendo a medida que se vayan liquidando sus activos.
La pregunta final es qué lectura podemos hacer de la situación: ¿existe una crisis en el sistema bancario tradicional de Estados Unidos? o ¿se trata de una crisis global con la posterior caída de Credit Suisse? El debate está sobre la mesa, mientras tanto, recomendamos a nuestros clientes, y no clientes, que nos consulten sobre sus pasos a seguir.
Existen muchos negocios y startups en Latinoamérica que pueden tener inconvenientes si no toman medidas en el corto plazo. Quienes poseen cuentas digitales, o en bancos regionales pequeños, o aquellos que sólo tienen una cuenta bancaria abierta, la sugerencia es que viajen a Estados Unidos a abrir una nueva cuenta en alguno de los cuatro bancos más importantes, y por consiguiente, más solventes: JP MORGAN CHASE, BANK OF AMERICA, CITIBANK, WELLS FARGO. Esto de ninguna manera significa que van a estar libres de riesgo, pero ante estos eventos, y en caso de que vuelvan a producirse, es importante contar con alternativas para poder continuar operando, y no concentrar todo el riesgo en un misma Institución.
¿Qué es la FDIC?
La Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC) es una agencia federal independiente de los Estados Unidos y está formada a consecuencia de la Gran Depresión del año 1929. Esta agencia fue creada tras aprobarse la ley Glass-Steagall (1933), que entre otras cosas establece la creación de la FDIC, la cual tiene como misión garantizar la recuperación de su dinero a los depositantes si un banco quiebra. La FDIC abastece de dinero cuando las instituciones financieras fracasan, inspirando confianza a los bancos y los clientes.
La agencia garantiza depósitos de hasta $250.000 en bancos comerciales miembros, contribuyendo a mantener la solvencia del sistema financiero de los Estados Unidos, y que los ahorristas y depositantes no deben preocuparse por su dinero.